Ángel Martínez, reo de sus propias palabras

Desde hace un tiempo para acá la comunicación digital, es una fuente de sustento económico para quienes logran tener impacto entre sus seguidores o el público en general. Esa influencia, genera lealtades que se denominan suscriptores, los que tienen la opción de hacer pagos mensuales para ser los primeros en obtener averiguaciones, fotos o videos que, de acuerdo con la membresía, los privilegia ante el resto de los miembros.
Llegar a mil, o cien mil suscriptores en una de esas tribunas no es fácil, por las limitaciones que tanto en los videos, fotos, escritura, autoría y hasta el lenguaje se les impone a los creadores de contenido. Esas restrictivas, llevan a muchos Youtubers a inventar historias, entrevistar falsos personajes, difamar figuras públicas y decir que tienen secretos de personalidades de la política, la música o el deporte. Todo para despertar el interés de sus seguidores y recibir contribuciones.
Uno de esos ejemplos lo constituye en comunicador Ángel Martínez, que siempre se ha vendido entre los partidarios de su canal, como un hombre muy ligado a los organismos de inteligencia de Estados Unidos, alegando ser detective que cuenta con licencia para inquirir lo que otros no pueden. Con esos cuentos de camino (como dicen en el campo) ha logrado tener notoriedad en un público que ronda el medio millón de seguidores.
A simple vista, delata ser un hombre con escasa formación académica, un pasa cantando, brabucón o baboso que, encanta a los ilusos que le creen sus historietas y le siguen como tontos. Algo que tampoco deja de sorprendernos porque como dice la popular frase “Si Cristóbal Colón vuelve, encuentra indios”.
Haciendo vida en Estados Unidos y creyéndose el cuento de ser “americano”, Ángel Martínez (el detective), inició una campaña en contra de muchas personalidades de la vida política y empresarial dominicana, dando la impresión de manejar más información de quienes vivimos aquí e, investigamos hasta los pelos de la burra parda. De esa forma ligó a políticos, empresarios y artista con los grandes carteles del mundo de las drogas, destapando los secretos de la vida pública y privada de quienes le generen seguidores y las anheladas exclusivas, para los chismosos de primera fila, que pagan en dólares, dan like, comparten y le ponen emoji de me gusta.
Dando cátedra de ser un ignorante o tonto útil, Ángel Martínez, ligó al narcotráfico a quienes le vino en ganas, denunció la corrupción de gobiernos e incluyó entre sus exclusivas, historias de aposentos que poco importan en este mundo donde cada persona hace con su vida lo que mejor le venga en gana. Se adjudicó la posesión de videos íntimos de funcionarios públicos, usando como escudo no tener miedo y estar amparado por los gringos. Olvidó en su borrachera que tarde o temprano tendría que visitar su país de origen, que las citaciones a los tribunales aumentan de categoría en la medida que son ignoradas y que un video íntimo, representa un peligro para quien lo posee y no para quienes lo hayan protagonizado, en caso de que exista.
Ahora el mal llamado “detective”, anda pidiendo disculpas, implorando perdón y pregonando estar en disposición de borrar cualquier comentario de su plataforma. Minimiza sus acciones alegando que hay otros temas de mayor importancia en el país, que someterlo a los tribunales. Resulta que ahora, el señor investigador no es detective, nunca trabajó para la CIA, no tenía pruebas de las acusaciones que hizo de manera alegre, en fin, el hombre no es nada.
Pedir perdón o mostrar arrepentimiento, tiene su valor cuando ante el primer llamado de atención por parte del agraviado, el difamador reconoce su acción y actúa en consecuencia. En ese momento, una disculpa es válida, es importante y hasta enaltecedora. Pero hacerlo cundo por fuerza mayor no te queda otro camino, como forma de eludir la justicia, de manipular a quienes dañaste por ignorancia o por mala fe, pone al descubierto tu baja condición humana, tu falta de empatía y sentido de responsabilidad. Pedir a los demás lo que no fuiste capaz de dar, nos debe llevar a recordar el precepto de no hacer a los demás lo que no nos gusta que nos hagan. Amar al prójimo como a uno mismo. No escupir para arriba… porque ahora el señor Ángel Martínez, es reo de sus propias palabras.