Democracias más inclusivas
Margarita Cedeño
Al leer detenidamente los instrumentos regionales que analizan el comportamiento de la democracia en América Latina, hay que sentirse preocupados y movidos a la acción, ante el deterioro de la democracia en casi todos los países del subcontinente, incluyendo a la República Dominicana.
El Latinobarómetro, por ejemplo, confirma tendencias preocupantes en torno a la democracia, sobre todo, la desafección de los ciudadanos hacia las instituciones que sustentan el sistema político y electoral que garantiza la democracia y, además, la facilidad con la que muchos ciudadanos se sienten identificados con modelos populistas y hasta autoritarios.
El apoyo a la democracia va disminuyendo década tras década y no deja de ser el resultado de un modelo de crecimiento económico que deja a muchas personas fuera de sus bondades, de actores e instituciones de la política que han erosionado la confianza de los ciudadanos y la decepción que genera la dilación en observar cambios reales y soluciones palpables a los problemas de los pueblos.
Todo se resume en que necesitamos democracias más inclusivas, que garanticen la participación de los ciudadanos en todos los procesos y que, además, premie a aquellos que legitiman a la democracia como el modelo para el funcionamiento de todo aquello que sea público, que no es solo lo estatal.
Los líderes de estos tiempos enfrentan el reto de combatir la percepción -que a veces es realidad- de que “se gobierna para los intereses de unos pocos” o que “no hay justicia en la distribución de ingresos”.
También es una dura prueba para los gobiernos la fuerte desigualdad que se observa en sectores como la educación, la salud y el acceso a oportunidades.
Por eso no resulta casual que América Latina sea la región más desigual del planeta.
El “malestar en la democracia” es el resultado del cúmulo de incapacidades que la sociedad observa en la gestión de lo público, además de lo difícil que se hace obtener respuestas a las demandas de las sociedades, demostrando que la política es capaz de responder al día a día de los ciudadanos de forma eficiente.
Muchas personas que viven en las democracias de la región no están satisfechas con la respuesta de sus gobernantes y el ritmo de atención a sus expectativas y aspiraciones.
La crisis de las expectativas ha estado gestándose por muchos años, y puede implosionar en cualquier momento, generando una ola de autoritarismo en la región que debemos evitar a toda costa, porque no sabemos cómo puede comenzar, pero si sabemos cómo termina.
Hay que poner atención a lo que sucede a nuestro alrededor, porque las críticas de los ciudadanos a la democracia nunca serán un problema, el problema vendrá cuando dejen de preocuparse por la democracia y prefieran adoptar otro modelo que les cambie espejitos por oro.
Listín Diario