Deriva de otros mitos literarios

En realidad, esa deuda la tenemos con José Joaquín Pérez, quien en 1896 empieza a reclamar que en la escritura hay que “ser criollo y americano”, por medio de su poema titulado “De América”, y a Bienvenido Salvador Nouel, quien utilizará la palabra “criolla” para titular su poema publicado en la revista Letras y Ciencias número 97, del 19 de mayo de 1896. Si bien en Pérez y su poema figuran la oposición de lo americano frente a lo europeo, algo que notaremos en el “Manifiesto Postumista” de 1921, en Nouel encontraremos poemas como “El campesino”, en que se habla acerca de “chapear las mayas”, “rancho de palma y yagua”, “andullo”, “cachimbo”, “conuco”, que junto a otro texto como el titulado “Voces del alma”, publicado en 1899, bajo la dictadura de Heureaux, ya invita al “pueblo”, con antelación al poema “Proletario” de Suro, de 1939, y para un mejor porvenir de su propia clase, a “cambiar el fusil por la azada”, con lo que cuestiona el caudillismo que va de la guerra restauradora a la invasión norteamericana de 1916, cuestionándole, además “preferir al burdel a la escuela”. ¿Acaso no hay aquí un síntoma de lo que luego sería la encumbrada poesía social dominicana?
¿Podíamos estar atrasados en relación a las corrientes literarias y movimientos en Europa, cuando, en 1912, desde la ciudad de La Vega, el entonces respetado crítico Federico García Godoy escribió artículos sobre el futurismo de su amigo Filippo Tomasso Marinetti, publicados en libro en 1916, si el “Manifiesto Futurista” se publica por primera vez en diarios y revistas de Italia y Francia en febrero de 1909? Parece que no.
Pero, más aun, en el número 132 de la revista “La Cuna de América”, del 1 de agosto del mismo año 1909, se publicó “completo y con diversos comentarios” (MS, 2018, p.38) el “Manifiesto Futurista”. Estamos hablando de apenas unos meses de diferencia.
Mora Serrano diferencia entre los meros palabreros y los auténticos poetas, últimos con los que contar para crea el “banco central poético nacional”.
Asimismo, continuará derribando los cimientos de otros mitos literarios en la tradición y las rupturas propias de la evolución poética dominicana. En ese tenor, en su ensayo de casi 800 páginas titulado “Postumismo y Vedrinismo.
Primeras vanguardias dominicanas” (2011), deja muy mal parados a críticos e historiadores de nuestra literatura como Contín Aybar y Manuel Rueda, al desvelar la trama que fuerza la invención del vedrinismo como movimiento, con la única y alevosa intención de desprestigiar al postumismo y en particular, a Moreno Jimenes como su fundador, ensalzando para ello las figuras de Vigil Díaz y del propio postumista Rafael Augusto Zorrilla, quien en 1934 protagonizará el golpe de Estado a Moreno Jimenes como sumo Pontífice del movimiento. Opiniones subjetivas contra hechos concretos.