El daño que sufren de por vida quienes comienzan a trabajar en tiempos de crisis

«No hables más sobre ello, no lo pienses más: la crisis de hoy es el chiste de mañana». Cuando el presente es sombrío, el futuro es siempre un lugar tentador donde ir a calmar las ansiedades, una promesa de consuelo para muchos, como la invocada por el escritor H.G. Wells en labios de uno de sus personajes.
Sin embargo, saltar de la literatura a la vida puede ser difícil, especialmente cuando azota una crisis económica y tienes que comenzar tu andadura laboral.
Cuando la economía se enferma, los periódicos y las televisiones se llenan de gráficos de curvas y barras. El resumen que nos hacemos casi todos es inmediato: cuando esas líneas rojas van hacia abajo, es que vienen años duros; cuando suben con colores verdes, lo peor ha pasado. Y por el medio, el que más o el que menos se habrá dejado algunos pelos en la gatera. Pero la vida sigue, pensamos.
Pero la vida no sigue. Al menos, no igual para todos: no para los jóvenes. Las generaciones que comienzan a trabajar en tiempos de recesión quedan dañadas incluso cuando la crisis termina, algunos de por vida, advierten los expertos.
Y pronto los televisores van a volverse a llenar de líneas y barras. Rojas. La crisis sanitaria incuba (y manifiesta ya) una nueva crisis mundial. La segunda en una década para una generación atrapada entre ellas (los millennials, nacidos entre 1981 y 1993) y otra que va a recoger su testigo: la generación Z (de 1994 a 2010), que ya teme ser conocida como la Generación Covid