El desafío del orden

Uno de los problemas que enfrenta la nación es la necesidad de fortalecer el orden público constantemente amenazado por la criminalidad, la delincuencia, la corrupción y la descomposición social y moral.
Un aspecto asociado a esos problemas del desorden social reinante es el de la impunidad frente a tantas violaciones al orden establecido por las leyes, factor que agrava la situación y que debilita la institucionalidad fundamentada en la Ley.
Por esas razones constituye una nota positiva y esperanzadora la firmeza con que se ha manifestado el presidente Abinader ante los medios del Grupo Corripio, en cuanto al problema de las mafias y el narcotráfico, advirtiéndoles al crimen organizado y a las mafias relacionadas con el narcotráfico que: “Le vamos a responder desproporcionadamente, por cada acción que ellos hagan, con mucho mayor fuerza que lo que ellos hagan”.
En esa lucha el mandatario destacó la disposición actual positiva de los órganos encargados de atacar la criminalidad y la delincuencia, resaltando la reforma policial que ya viene dando sus frutos, reduciendo los niveles de la criminalidad, así como de la ocurrencia de robos y otros delitos, reiterando que “seguiremos mejorando”.
Esa firmeza también la expresó con relación a la corrupción sobre la cual ratificó que en su gobierno no será tolerada, tal como ya se ha hecho apartando a quienes han sido señalados en posibles escándalos y esperando que los mismos sean traducidos a la acción de la justicia.
La lucha contra la criminalidad en sus variadas modalidades y contra las redes de la corrupción, se presenta como un gran desafío para las autoridades y para el gobierno dominicano por lo difícil que es combatirlos por la gravitación de la tradición y por el peso que tiene el fenómeno del narcotráfico en el contexto internacional.
No obstante, el gobierno presente luce decidido a sostener esa lucha, para la cual ha logrado la colaboración de gobiernos amigos de la región y de Europa.
Del gobierno lograr éxito en ese propósito en contra de esos dos flagelos, no solo lograría establecer un buen orden social de calidad, el cual, unido al dinamismo de la economía permitiría completar una exitosa gestión de gobierno que se redondearía con la profundización y eficacia de las políticas sociales que permitan reducir los niveles de pobreza y de inequidad.
¡Esos empeños y logros son la esperanza nacional!