Opinión

El único mandatario en la historia que evitó la reelección

La historia dominicana no puede ser escrita sin mencionar la figura del Tte. Gral. Pedro Santana. Este general no fue conservador, fue revolucionario; participó, como mínimo, en tres revoluciones que cambiaron la historia nacional: la de la Reforma, Independencia y la del Cibao de 1857.

Mientras muchos por miedo y otros por ser conservadores se negaban a reunir hombres e ir a combatir al sur, Santana solo dijo, «Si no hay quien vaya, yo voy, mi ejército me acompaña». Esto hizo que obtuviera gran prestigio y sea elegido como Primer Presidente constitucional de la República Dominicana.

Nuestro gran general libertador presentó su carta de renuncia en el año 1847 y, el 4 de agosto de 1848, el honorable Congreso de la República, finalmente la aceptaría. Luego, Santana envió un comunicado al pueblo, exhortando a mantener la unidad, la fe y el patriotismo. (Su mandato constitucionalmente concluía en 1852).

Para el año 1856, el general Santana presentaría su segunda renuncia al continuismo. Igual en el año 1862, donde el Gral. Santana presenta formal renuncia al cargo. La Reina Isabel II, de España, acogió su renuncia al rango de Capitán General de Santo Domingo.

En la historia política dominicana ningún mandatario ha renunciado, la tendencia ha sido el continuismo. Políticos y dictadores, pese al rechazo y repudio popular, no han cedido el gobierno. Al principio han sido acérrimos contra el continuismo y luego abrazan la continuidad en el poder, como vida o muerte: tal parece el «carguito» tal es bueno.

No ha sido Santana un mal referente ni un dictador, sino alguien poco ambicioso que, en un momento de su vida, alejado de la política, tuvo el Congreso que ordenarle se presente a defender el país; lo eligen presidente y el mismo Congreso le otorga el título de «Libertador».

Entonces, sin pasiones ni mala fe, ha quedado demostrado y público, que Santana no fue un dictador, ya que los dictadores no renuncian y que, ha salido del Gobierno por voluntad propia hasta el último suspiro de su vida…

¡Que viva la democracia!

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