Opinión

Intervención Haití


    La decisión de Kenia, mediante la  cual asume  el liderazgo de  una  fuerza internacional para intervenir en Haití,  con la finalidad de coadyuvar a rebasar la crisis  socioeconómica, la violencia, el desor­den institucional y la criminalidad, la cual estremece a la nación  más  empobrecida del hemisferio, constituye una iniciativa  oportuna y saludable,  en la medida que buscará una convivencia pacífica y democrática en territorio haitiano.

    También, es un sólido espaldarazo la incorporación de Bahamas y Senegal, cuyas  naciones han ofrecido sus fuerzas de seguridad para unirse a Kenia con el objetivo de edificar un sistema político democrático en Haití.

    Al colocarse en la  vanguardia  de una  intervención  en un  país abrumado por proble­mas como hambruna, pobreza extrema, desempleo, violencia, secuestros, violaciones sexuales,  falta de autoridad, ocupación territorial en un 80 % por parte de bandas e insalubridad, Kenia y las demás naciones involucradas  en el proyecto contraen compromisos basados en la responsabilidad y en  política de  nivel.

    El influyente diario estadounidense Washing­ton Pos, recién editorializó y clamó  por  una  rápida intervención en Haití, porque “está  sumido en  una guerra entre pandillas,  donde la gente no puede  trabajar, se  encarecen  los precios de los alimentos y no  se  vislumbra  esperanza de paz ni de estabilidad”.

    Corresponde,  entonces,  en  este  momento  a los organismos  internacionales Organización  de las Naciones (ONU), Organización de los Estados Americanos (OEA),  Unión  Europea (UE), y Comisión Económica para  América Latina y el Caribe (CEPAL), estar alerta y  adhe­rirse  a los esfuerzos y voluntades,  con  los fines de propiciar un  clima  democrático  que permita la celebración de elecciones para  elegir autoridades legales  y  legítimas,  garantizar el  funcionamiento del Estado  y  auspiciar  la institucionalidad.

    Es odioso propugnar por la ocupación de  una  nación, pero al parecer  es  la  única  alternativa dejada por quienes protagonizan  un conflicto armado interno; no obstante,  es  vital la integración  del pueblo haitiano, ya  que no se resolverá la crisis sin su participación.

    Para ejecutar la operación, conforme a cálculos económicos, se requieren entre  200  y  400 millones de dólares, por consiguiente,  las potencias mundiales como Estados Unidos, Canadá y Francia, deben aportar esos  recursos  y cooperar con la superación de la crisis  haitiana, porque  así lo  amerita la  democracia,  el  bienestar social y la dignidad de la vida  de los  haitianos.

     

    República Dominicana, de su lado,  debe permanecer atenta  y observadora al proceso  por la pacificación y democratización de Haití, pero, debe actuar con cautela, sensatez y madurez, pues, al  compartir la isla Hispaniola  con  el territorio haitiano es aconsejable un comportamiento prudente.

     

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