La carrera hacia la victoria

Por: Rafael A. Escotto
El día había amanecido nublado. El corredor no había podido dormir en toda la noche. Se levantó de madrugada, y se dirigió a la ventana que daba al jardín a contemplar el ir y venir de la gente en tropel y a oír el hermoso canto de las aves que le pudieran servir para calmar la ansiedad que no le había permitido conciliar el sueño toda la noche.
Princesa, la esposa del corredor, tampoco había logrado pegar los ojos esa noche al sentir que su esposo no había podido dormir pensando que debía anunciar su carrera.
Ella se le acerca sigilosamente al corredor por la espalda y lo abraza rodeándolo con sus brazos por la cintura; recuesta su cabeza sobre la espalda de su esposo, como si quisiera hablarle al corazón del campeón.
Luego de un largo respirar, recobra su alivio y le dices al corredor, con voz suave: «Mi gran corredor, si no deseas participar, no lo hagas. Yo apoyaré lo que tu corazón y tu conciencia determinen.
El corredor permanece sin hablar ni una sola palabra, hundido en aquella indecisión. Se da la vuelta quedando de espalda a la ventana. Se queda, por breves segundos mirando fijamente a los ojos de Princesa y le dices: «Debo correr. Si no lo hago el país podría perder todos los laureles que ha acumulado a lo largo de su vida como nación.
Además, si me acobardo todos estaremos expuestos a vivir un retroceso hacia un pasado sombrío. Todo lo que se ha conseguido, a pesar de la Pandemia del COVID 19, la guerra en Ucrania, la batalla contra la corrupción de estado para tratar de adecentar el país, lo podríamos perder en un abrir y cerrar de ojo.
La religiosa mujer abraza a su esposo fuertemente y mirándole a los ojos le manifiesta con voz firme: «Bueno mi corredor ¡que seas lo que Dios quiera, tu siempre ha sido un triunfador!»
El corredor le dice a su preciosa mujer: «Vamos a vestirnos para la faena que debemos atesar nuestros músculos;» y, seguidamente exclamó con sus puños cerrados: «¡Vamos hacia la victoria!
«Mañana le anuncio al pueblo dominicano que voy a correr de nuevo.», confesó, esta vez con rostro alegre y confiado.
El corredor se reúne con sus entrenadores y le pide su opinión. «¿Fueron y vieron cómo están las condiciones del terreno?
«Mi campeón,–le informa el líder de los entrenadores—tengo que decirle que, según mis informaciones, usted ganaría la carrera de los 800 metros con un 49.1% de posibilidades; a su más cercano contendor y a su pelotón le dan un 22.2 %,. Usted está bien renqueado. Dios nunca se equivoca.»
¡Desde hoy tienen que estar atentos a lo que pase y se diga en relación a esta carrera, les advierto que estaremos frente a contendores que tienen experiencias en esta clase de competición y, también en el arte de mentir con suma facilidad para llevarle confusión a los demás contendores..
«Señor, nosotros estamos preparados para estar junto a usted en esta carrera», afirmaron todos al unísono: «Cuente con nosotros y con nuestras experiencias, sin embargo, usted no nos dicho si va o no a correr», reclama el líder de los entrenadores y quien dirigió el triunfo en 2001.
«Yo he sido un corredor entrenado para afrontar con dignidad todas las pruebas. Así es que mi respuesta a su pregunta es la misma del apóstol Pablo quien comparo la vida con una gran carrera, una carrera que todo hombre de fe tiene que correr, en la cual se encontrará con grandes obstáculos, tentaciones, aflicciones, enfermedades, calamidades, etc., pero por encima de los obstáculos estará la mano poderosa de Dios para ayudarnos a llegar a la meta en la primera vuelta», fue la respuesta del corredor a sus entrenadores.
Todos quedaron bañados de la fuerza de la palabra del gran corredor. Princesa la bella esposa del corredor interviene y hace una observación que está en Eclesiastés: «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.»
«Sin embargo, debo decirles a todo ustedes que nuestro corredor está corriendo en el carril correcto. Ahora bien, todo depende de la suerte, de estar en el lugar correcto en el momento oportuno. Estoy segura que lo estamos», acotó la esposa del confiado corredor.
Los seguidores del corredor reconocen que su pupilo ha sido fiel cada vez que le ha tocado empuñar la bandera de la Patria y engrandecerla con su victoria, a pesar de los obstáculos que ha encontrado en su vida de atleta nacional.
El corredor sabe que sus oponentes en este gran evento lo quieren sacrificar colocándole trampas, como a Cristo. Ser fiel a los principios es una característica que muchas personas no tienen. Constantemente aprendemos que cuando Dios dice que hará algo, lo hace, Incluso cuando parece imposible.
Los entrenadores y Princesa, la esposa del corredor se quedan mirando y escuchando al corredor cuando este se refiere a una frase que aprendió de un experto corredor de maratón: «Correr es un gran signo de interrogación que está ahí cada día. Te pregunta: ¿Hoy vas a ser débil o vas a ser fuerte?»
De entre el grupo de entrenadores se oyó una voz fuerte y decidida: «¡Vamos en esta carrera hacia la victoria! vamos otra ve por la medalla de oro. No permitamos que el país retroceda.»
El corredor les exhortó a sus simpatizantes un poema del poeta de la Patria Pedro Mir: «Ni un paso atrás»
Y, seguidamente, les mencionó otra expresión del general del ejército de los Estado Unidos durante la Segunda Guerra Mundial George Patton: “Los seres humanos están hechos de carne y sangre y de una fibra milagrosa llamada valor.”