La peligrosa estrategia de Hipólito Mejía y el juego de Carolina

Por Francisco Tavárez
En la política dominicana, hay maniobras que, lejos de fortalecer los partidos, los debilitan desde adentro. Lo que estamos viendo con Hipólito Mejía y su hija Carolina no es simplemente una diferencia de estilos o de visión: es una estrategia peligrosa que amenaza con erosionar las bases mismas del PRM, el partido que ayudaron a fundar, pero que ahora parecen estar usando como vehículo personal de poder.
Hipólito ha salido con una narrativa reciclada pero cargada de veneno: “estamos hartos de que nos engañen”, dice. ¿A quién se refiere? ¿A los de afuera o a los de adentro? Porque lo que se perfila, con sus palabras y sus actos, es un ataque directo, no solo a la oposición, sino al propio gobierno que su grupo ha colonizado con cuotas de poder.
No se trata de una crítica constructiva. Es una operación quirúrgica para posicionar a Carolina Mejía como sucesora, como “la única” que puede evitar nuevos engaños. Una especie de Mesías moderno, vestida de alcaldesa, con un apellido histórico y una maquinaria interna a su favor. Lo irónico —y cínico— es que Hipólito habla de engaños, pero ha sido su sector el que ha sacado mayor tajada de este gobierno.
El presidente Abinader le entregó las Fuerzas Armadas, Agricultura, el CEA, posiciones diplomáticas, instituciones claves y contratos jugosos a la familia Mejía y su entorno. Y aun así, Hipólito quiere más. Lo que estamos viendo no es hambre de poder, es insaciabilidad política.
Cuando se impone una lógica patrimonialista dentro de un partido, se socava el proyecto colectivo. Y eso es exactamente lo que está haciendo Mejía: atacar al PRM desde adentro, envolviendo su ambición en una falsa bandera de renovación y hartazgo. ¿Renovar qué? ¿A quién le hablan de engaños cuando han tenido cuotas en cada rincón del Estado?
Carolina no es víctima de nada. Repitió con el apoyo del presidente, con recursos y estructura. No se puede posar de outsider cuando se es heredera del sistema. Y mucho menos cuando se pretende que el partido entero gire en torno a sus aspiraciones personales.
La estrategia de los Mejía es peligrosa, no solo para el PRM, sino para la institucionalidad democrática. Porque cuando el poder se vuelve un asunto de familia, de legado genético y no de mérito político, lo que se construye es un feudo, no una democracia.
Y eso —aunque venga con sonrisa y apellido ilustre— también es un engaño.