Opinión

Misceláneas sobre las reformas

Aquiles Olivo Morel

No hay vuelta atrás. El presidente inició la reforma del gasto como primer paso para sentarse a la mesa con los sectores productivos del país y discutir las propuestas impositivas, los sacrificios necesarios para levantar las recaudaciones, aletargadas por las demandas sociales de nuevas obras y servicios.

El país experimentó en los últimos veinte años un desarrollo sostenido en el PIB, no así en las recaudaciones. Sectores productivos de primer orden fueron beneficiados con exenciones fiscales, una especie de protección ante las amenazas latentes en el mercado. En ocasiones estas exenciones respondieron a una necesidad real del momento, sin embargo, pasado un tiempo prudente, no fueron revisadas y continúan hasta nuestros días.

La economía de cualquier país res­ponde a un entorno dinámico; se trata muchas veces de una compleja estructura de organización económica donde se ven las partes impositivas y la parte del gasto, o sea los compromisos de quienes conducen la nación. Cuando este gasto sobrepasa su contraparte de los ingresos aparece el déficit. Estos déficits históricamente fueron compensados con préstamos, aprovechando las buenas calificaciones obtenidas en el mercado de capitales.

Los efectos sobre la sanidad de la economía fueron nocivos en un país donde el crecimiento económico no se ha detenido. Para los especialistas la fortaleza económica no se derramó. Los salarios de la gente; la educación y la salud; las obras fundamentales en las comunidades; en fin, el impacto en las personas no se reflejó en este estado de bonanza vivido en estos 20  años y tantos de crecimiento.

Quienes no se embarcaron en propiciar los acomodos necesarios para derramar esta riqueza a los diversos sectores se amparan en los temores que traen consigo las reformas. La clase política se agazapó en los aspectos de los riesgos que supone exigir a los sectores productivos los sacrificios necesarios para apalancar al país.

Esta condición dubitativa obedece al tipo de democracia sobre la cual descansa la República Dominicana (RD): La clase política temerosa de afectar los intereses de los dueños de los capitales, se conformó con algunos aspectos, siempre orientado a facilitar sus apoyos para la permanencia en el poder.

La madurez de la clase empresarial la cual aportó significantemente a este crecimiento empieza a asomar. Exigen a los gobiernos emprender una mejoría del gasto (Calidad del Gasto); por diferentes vías le hizo saber la necesidad de reorganizar profundamente el aparato operativo del Estado; sea con la eliminación de las duplicidades estatales o con una reducción de la nómina pública.

En el mismo contexto va perfilando el tipo de organización política necesaria; achicar el Estado en conjunto, en sus estructuras organizativas, incluyendo la concerniente a las figu­ras elegibles en cada certamen electoral. En esta perspectiva coloca la realidad económica en el centro; y, por supuesto, lo obliga a asumir un rol o papel filosófico en su esencia organizacional.

Ante la presencia de un Estado clientelar, con el establecimiento de compromisos políticos basados en las ofertas de empleo, las consecuencias y el costo para el partido oficialista serán de proporciones mayúsculas. Las exigencias en los equilibrios internos, muchas veces, son los resultados de acuerdos para la repartición de las nóminas públicas. Este esquema que por muchos años ha significado el principal sostén de la democracia re­presentativa será impacto por las reformas en curso.

Las reformas de los Estados mo­dernos suponen estos riesgos: Las promesas deberán girar en lo adelante con otro tipo de oferta; la fortaleza del Estado se contrapone con los agentes externos que afectan sus niveles de organización alcanzado como forma de contrarrestar la realidad económica, donde las carencias serán siempre suplidas por la sanidad y organización económica.

Y, claro está, las reformas en camino tienen este ingrediente: Un componente político donde se pone en riesgo la sobrevivencia en el poder de quienes son sus protagonistas; replantean el tipo de compromiso político electoral de quienes en lo adelante aspiran a la conducción de los destinos del país. Pero también, for­talecen la democracia debido a la necesaria creatividad de nuevas ofertas políticas, basada en un contexto ajeno a la realidad clientelar.

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