Opinión

Negocio y mendicidad haitianos

Casi el veinticinco por ciento de nuestro país se escurre por la cocuyera de la subvención de educación y salud de haitianos ilegales en territorio dominicano. En el pasado nuestra actitud de colaboración y solidaridad con el pueblo haitiano ha sido más que magnánima. Nuestro presidente ha circulado por todos los foros internacionales en los que se debate y se pudiera decidir el futuro haitiano desde una planificada intervención integral que ayude realmente a ese pueblo a dejar de vivir de la mendicidad internacional. Lo ha hecho con la sincera y cristiana disposición de hacer el bien sin mirar a quien, sobre todo, si tomamos en cuenta que la moneda con que las “autoridades” haitianas le pagan es la del desprecio y la ingratitud.

Comoquiera nuestro presidente insiste en hacer el bien, repito, por cuestión de vocación cristiana, quizás más que obligación de buen estadista. Y, de repente, los haitianos que gobiernan una octava parte de su país, porque el resto es gobernado por las bandas, se erigen en reclamantes de un mejor trato y hacen más y más declaraciones sobre el maltrato y la xenofobia dominicana hacia sus nacionales. Y más aún, muestran una actitud de infundada arrogancia diciendo que han ordenado a su delegación diplomática aquí organizar repatriaciones voluntarias hacia Haití.

Es el orgullo del chivo, “el rabo parao y el resto embarrao”. Nos denuncian, nos increpan, pero nos exprimen el presupuesto, agotan las fuerzas de un presidente bienintencionado que esta dispuesto a recorrer el mundo abogando por ellos. Y aquí viene mi conjetura, que espero les resulte razonable. Se indisponen con nosotros, porque el discurso del presidente para procurar la solidaridad con Haití nunca a incluido la petición de limosna para ese pueblo, sino la solidaridad, conservando su dignidad, y los haitianos con los instrumentos de su mendicidad no juegan.

La cuestión me hace evocar al famoso pedigüeño dominicano al que, habiéndome pedido una colaboración para comprar una receta, le dije que no llevaba efectivo, pero que me prestara la receta para mandar con mi chofer a buscarla a la farmacia, y este contestó: “No, la receta no. Si te doy la receta me perjudicas, pues de enseñar esa receta es que vivo. Con ella mantengo mis hijos. Puedo coger hasta diez centavos que me regales, pero si entrego esta receta, debo conseguir un médico amigo que me haga otra, y no estoy en eso”. Con la petición de solidaridad, pero, con trato digno para los haitianos, nuestro presidente les daña el negocio, y ellos no están en eso.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba