NOS HABLA SAN PABLO VIA PADRE SANTIAGO MARTIN
Fausto García
“El hombre que oculta su pasado se niega a sí mismo”. (Fausto García).
“Queridos catequistas, en estos días de calor extremo -y en el hemisferio sur de frío extremo-, no
debemos olvidar que podemos aprovechar estas incomodidades para unirnos más al Señor, cargando
con esta “cruz” por amor a Él y unidos a Él. Hagamos el esfuerzo de quejarnos lo menos posible de este
“dolor inevitable”, cuando sea inevitable, y de decirle al Señor: “Por ti, Jesús; contigo, Jesús”.
Siguiendo con nuestra lectura de textos de San Pablo, para meditar sobre ellos y dejar que iluminen
nuestra vida, hoy he seleccionado dos de la primera Carta a los Corintios.
“Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; más para los que se salvan –
para nosotros- es fuerza de Dios. Porque dice la Escritura: ‘Destruiré la sabiduría de los sabios, e
inutilizaré la inteligencia de los inteligentes’. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde el sofista
de este mundo? ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo? De hecho, como el mundo
mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los
creyentes mediante la necedad de la predicación. Así, mientras los judíos piden señales y los griegos
buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad
para los gentiles; más para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y
sabiduría de Dios” (1,18-24).
“En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, más en
el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no
despida a su mujer” (7,10-11).
“Nosotros predicamos a Cristo crucificado”, dice San Pablo. ¿Lo hacemos, sin avergonzarnos de decir
que la felicidad no está en la huida permanente de todo lo que cuesta? ¿Le decimos a Jesús: “por ti” y
“contigo” cuando tenemos problemas? ¿Somos conscientes de que el matrimonio es para siempre y
que hay que cuidarlo como un gran tesoro?
“Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo. Si
vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya
muramos, del Señor somos. Porque Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos
y vivos” (14,7-9).
“Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no buscar nuestro propio
agrado. Que cada uno de nosotros trate de agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación;
pues tampoco Cristo buscó su propio agrado, antes bien, como dice la Escritura: ‘Los ultrajes de los
que te ultrajaron cayeron sobre mi’” (15,1-3).
¿Vivimos para el Señor? ¿Le amamos tanto que no queremos que nada, ni los sufrimientos ni la
muerte misma, nos separe de Él? Encontrar a alguien, como San Pablo, como los santos en general,
que ha amado tanto a Cristo que ha sido capaz de decir eso nos fuerza a hacer un examen de
conciencia. No se trata sólo de ser buenos, sino de ser santos, o lo que es lo mismo: de estar locamente
enamorados de Cristo.
En cuanto a la segunda frase, nos debe hacer pensar en las quejas que a veces emitimos por tener que
ayudar o soportar a alguien. ¿Nos gustaría vernos en su lugar, necesitados de ayuda? ¿No es mucho
mejor poder ayudar que tener que pedir limosna, y no me refiero sólo a la limosna del dinero? San
Pablo sabía que Dios le sostenía y le hacía fuerte; consideraba eso un gran regalo, pero un regalo que
tenía la obligación de compartir para ayudar a los que, con culpa o sin ella, eran débiles y necesitaban
ayuda.” (santiago@frmaria.org)