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ONG reporta 241 personas muertas en las cárceles de El Salvador en dos años de régimen de excepción

La organización Socorro Jurídico Humanitario afirmó que 241 personas murieron en las cárceles en los dos años de vigencia del régimen de excepción en el país, luego de ser detenidos como sospechosos de ser pandilleros o colaborar con estos grupos criminales.

La directora de la organización, Ingrid Escobar, dijo que desde 2022 han recibido 500 denuncias de fallecidos bajo custodia del Estado, pero “nosotros hemos confirmado 241: 239 adultos y dos niños hijos de privadas de libertad”.

Según el informe de la ONG, “el 44% murió por muerte violenta, torturas graves, el 29% por falta de atención médica, es decir, otra forma de torturar a la gente”.

El gobierno del presidente salvadoreño, Nayib Bukele, consiguió que el Congreso del país aprobara hace dos años un régimen de excepción, como parte de su política de mano dura contra las pandillas, que suspendió derechos fundamentales como el de tener acceso a un abogado o el de conocer los motivos de la detención.

Además, el plazo de detención administrativa —sin pasar a disposición judicial— se extiende de 72 horas a 15 días y hasta dos años para investigarlos.

La medida fue la respuesta del gobierno a los índices de violencia y de asesinatos en el país.

La situación de los detenidos en las cárceles de El Salvador ha sido recurrentemente cuestionada por organizaciones de derechos humanos por vulneración de los mismos.

Socorro Jurídico Humanitario también pidió al Estado salvadoreño que investigue conforme a la ley “todos los homicidios que han ocurrido en los centros penitenciarios, así como todas las desapariciones forzadas de detenidos”.

Por su parte, la organización Cristosal registra más de 3,500 denuncias de violaciones a derechos humanos durante el régimen de excepción.

Amnistía Internacional también sostiene que ha habido desapariciones forzadas, torturas y muertes arbitrarias bajo custodia del Estado, así como trato cruel e inhumano, hacinamiento carcelario y criminalización de personas que viven en la pobreza.

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