Opinión

Un fracaso absoluto de la democracia

Por Nelson Encarnación

Santo Domingo, R.D.- Una de las grandes fallas que no se puede ocultar de la democracia en la República Dominicana ha sido la incapacidad de las distintas administraciones del Estado para resolver los principales problemas nacionales, que analizados fríamente se reducen a no más de seis.

Y los podemos enumerar, no en orden de prioridad, sino porque simplemente existen e impactan dramáticamente la cotidianidad de los dominicanos.

Por ejemplo, energía eléctrica, agua potable, infraestructura educativa, de salud pública, transporte colectivo y vialidad.

La seguridad ciudadana es un problema que no está ligado a las condiciones que reúnen los señalados, pues no depende de edificaciones, sino de políticas.

Por ello, prefiero no mezclarlo con los cinco principales que son los visibles, los que nos dan en la cara cada día y nos señalan con el índice para enrostrarnos si valió la pena la proeza de los hombres que hace 62 años libraron a los dominicanos de un tirano cruel y malvado.

¿Qué razón ha existido para que uno solo de esos problemas no haya sido erradicado de raíz por los gobiernos surgidos de elecciones a contar de 1966?

Desde entonces cuatro partidos han dirigido el Estado, a razón de 22 el Reformista Social Cristiano (1966-1978 y 1986-1996); 20 el de la Liberación Dominicana (1996-2000 y 2004-2020); Revolucionario Dominicano (1978-1986 y 2000-2004), y ahora el Revolucionario Moderno en los últimos 34 meses.

La impresión que se tiene es que esas organizaciones—contrario a lo que sucede en otras naciones, donde se asumen políticas públicas de continuidad—aquí se han puesto de acuerdo para perpetuar las dificultades colectivas y repartirse la ineficacia.

Hay que reconocer que, en su momento, las administraciones de esas formaciones políticas han hecho cosas que han impactado el bienestar colectivo y perdurado en el tiempo, pero no al nivel que ha merecido el pueblo.

A partir de lo señalado no parece justo atribuir a la administración actual la responsabilidad de una falta de acción que realmente es colectiva.

¿Por qué todos los partidos no suscriben un pacto tendiente a garantizar que al menos uno de esos problemas acuciantes sea solucionado de raíz en un período de Gobierno sin importar el color que asuma?

Si se hubiese hecho hace 50 años, hoy las prioridades del país serían otras.

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