El periodista corrupto, parte de la epidemia social
Un periodista honesto es aquel que no se deja corromper, que actúa con doble honor, que no está ni al lado ni atrás de ningún poder, sino de frente sin importan las consecuencias, que es equilibrado, profundo, honesto, con buena reputación y fiel a los lectores y oyentes, más que al medio mismo, y no se deja doblegar por las ofertas y las tentaciones del mercado.
En la República Dominicana, para algunos ese periodista es la mayoría de la nación, pero, para otros es un ser en proceso de extinción, una ilusión perdida o que no existe.
En cambio, el periodista corrupto es todo lo contrario, forma parte de la epidemia social de las naciones, que no tiene escrúpulos, ni le importa tener buena imagen, ni que hablen mal de él, porque está en el mercado, y ejerce el periodismo al mejor postor. Es el periodista de chequera.
Es aquel que es sobornado con dinero o regalos por parte de funcionarios del Estado o empresas privadas, a cambio de servirles o guardar su silencio.
Es el avergozante, que vive para prosperar en una sociedad mediante relaciones promiscua con el Estado, determinados políticos y otros sectores de poder.
Es también, aquél que no le es fiel a su medio, al recibir pagos de las fuentes que cubre, para que pierda su espíritu crítico e investigativo, y se convierta en un corrupto más, que sólo puede difundir las notas de prensa que le dan.
Es el que se alinea a una corriente política, a un poder del Estado o a organizaciones criminales para obtener beneficios, a cambio de alterar las informaciones, distraer la opinión pública o ilegitimar los intereses de otros.
Por igual, es el que recibe un pago para defender casos judiciales en los medios de comunicación de funcionarios corruptos, narcotraficantes y otros delincuentes con el objetivo de crear una falsa imagen de víctima, o de inocencia y provocar su impunidad.
Es aquel gañán, pataruco y zoquete que vocifera, insulta, dice malas palabras a diestra y siniestras y difunde campañas reales o infundadas contra un determinado sector, en espera de que le compren su silencio.
Asimismo, es aquel que cubre una rueda de prensa y recibe un pago por la parte interesada, aunque sea simplemente para que le publique la nota o información y la haga con mayor interés.
Es además, el que desinforma o difunde noticias faltas, conocidas como Fake News, para hacer daños o provocar una tendencia.
Por igual, es el que está en un puesto ejecutivo de un medio de comunicación, oficina de prensa o gremio periodístico, y procura recibir beneficios económicos de sectores de poder, como casas, fincas, contrataciones públicas, publicidad, empleos o “botellas” para él, su familia o allegados.
Es el que cobra por hacer entrevistas en los programas de paneles, una práctica pecaminosa que forma parte del lado oscuro del periodismo y que la tergiversa, porque no discute el fondo de los temas, ni se busca la verdad sobre los casos de interés público, sino que se acomoda a los intereses del entrevistado, constituyéndose en una especie de soborno.
También, es el que practica la autocensura para evitar crear tendencias en contra de su defendido, o hacerle daños con sus comentarios.
Es el que vive detrás de los políticos, congresistas, alcaldes, concejales, empresarios, jefes militares y policiales, neceando hasta la saciedad, para quitarle algún beneficio económico y constituyéndose en una plaga social.
Y, es además, coautor de la corrupción, el ejecutivo de un medio de comunicación que permite que sus periodistas hagan esas y otras cosas.
En conclusión, el periodista corrupto es una plaga social a veces fácil de identificar, pero difícil de erradicar, que ejerce una profesión en detrimento de la verdad y en perjuicio de la sociedad, y que para que pueda ser fumigado y evitar su permisibilidad, se deben aprobar normativas legales claras y severas que funcionen y que castiguen esa práctica pecaminosa.
Por David R. Lorenzo