Editoriales

Buenos indicios

La coyuntura conflictiva entre Haití y República Dominicana debe ser superada mediante el diálogo racional y civilizado, en buena hora iniciado entre ambas naciones a través de la misión hídrica conformada por la delegación del vecino país y por la parte nacional.

Hay que esperar que, si ese diálogo se da en el marco de los convenios y tratados firmados por ambos países, y aplicando la razón y el espíritu de sana convivencia, la delicada situación se pueda superar.

Esa expectativa de un buen entendimiento entre ambos países se ve favorecida por la ocurrencia de algunos indicios positivos entre los cuales se encuentra la decisión del gobierno haitiano de enviar al país la delegación que forma parte de la misión hídrica binacional, con lo cual se ha iniciado la ronda de negociación y diálogo.

Del lado dominicano, también ha sido positiva la decisión del Congreso de ofrecer “apoyo irrestricto” a la posición dominicana encabezada por el gobierno, quien ha tomado una serie de decisiones para enfrentar la delicada situación, como fue el cierre total de la frontera tomada ayer.

Asimismo, cabe destacar la sensata posición del expresidente Leonel Fernández, al sostener que la construcción del canal por parte de grupos haitianos constituye una provocación, frente a la cual hay que mantener una posición firme.

La coyuntura amerita la emergencia de un espíritu nacional unitario y una actitud franca en favor del interés nacional que se sintetiza en la defensa de la soberanía nacional por encima de cualquier otro interés particular.

Se han lanzado propuestas para buscarle una salida razonable y apegada al marco jurídico que rige la materia a nivel internacional. Esas propuestas deben formularse y discutirse en el diálogo entre los dos países, con un espíritu que dé lugar a salidas técnicas y animadas por la solidaridad y la equidad, respecto a los beneficios que se derivarían para ambas naciones.

Ojalá que ese diálogo racional y razonable cuente con el aval de las Naciones Unidas para darle mayor legiti­midad a las decisiones que adopten ambas naciones. El gobierno dominicano debe gestionar esa participación, pese a la conocida indolencia que ha manifestado ese organismo internacional, comprobada por su larga inacción y silencio frente a la demanda de ayuda para Haití.

¡Qué se defienda el interés nacional con inteligencia y solidaridad!

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