Editoriales

Diplomacia y sensatez

En medio de la agudización de la crisis en Haití y el deterioro de las relaciones domínico-haitianas, es oportuno aplicar con inteligencia la diplomacia y actuar con sensatez, con el objetivo de coadyuvar a superar los conflictos y de ese modo garantizar la convivencia pacífica en la  isla.

Un rol preponderante del Estado dominicano consiste en ejecutar las políticas pertinentes para salvaguardar la seguridad nacional, pero además, debe propiciar armónicas conexiones comerciales,  económicas, culturales, académicas y científicas con todos los países del mundo; solo así se logran entendimientos recíprocos favorables para los pueblos.

Frente al vecino Haití, República Dominicana debe implementar políticas diplomáticas muy especiales, porque se comparte la isla Hispaniola y es preciso aprender a cohabitar en los aproximados 76 mil metros cuadrados que conforman el territorio, siempre respetando la independencia de cada nación.

Como parte del derecho del Estado, el Gobierno Central ha dispuesto el cierre de la frontera, cuya disposición debe revisarse y proceder a flexibilizarla, porque Haití es uno de los mercados más importantes para las exportaciones desde República Dominicana, en  grandes cantidades, de productos y mercancías que generan divisas multimillonarias y al mismo tiempo dinamizan el comercio bilateral en las zonas fronterizas.

La reacción del Gobierno, asumida por el presidente Luis Abinader, en su condición  de  jefe de la política exterior, expresa una repulsa contra el desvío del río Masacre, debido a que  las autoridades haitianas violan un acuerdo, mediante el cual se establece no usar con fines particulares las aguas de esa fuente acuífera.

Ha despertado preocupaciones el inicio de la construcción de un canal para desviar el cauce del  Masacre, en perjuicio de República Dominicana; sin embargo, es conveniente actuar con cautela e inteligencia, con el propósito de buscar una solución diplomática y al mismo tiempo asegurar las relaciones comerciales y económicas entre ambos países.

Es razonable bloquear a los grupos radicales, tanto haitianos como dominicanos, los cuales promueven procesos que siembran odio e intriga que sustituyen la diplomacia por la confrontación inverosímil, cuyo comportamiento es inadecuado y antidiplomático.

Que se impongan, pues, el diálogo, la madurez y la  diplomacia, por la coexistencia en armonía entre República Dominicana y Haití; ese es el desafío en la búsqueda del  entendimiento mutuo de las dos naciones que están obligadas a compartir por siempre la isla Hispa­niola.

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