El despacho noticioso internacional de los peores presagios para las preocupaciones de República Dominicana informaba ayer de la suspensión inmediata de la contribución económica de Estados Unidos a los esfuerzos por rescatar a Haití del caos y el exterminio a que está sometido ese país con cada vez mayor saldo de víctimas mortales. Insuficiente de por sí, otras acciones desde el exterior incluyendo tropas, han fracasado. Esto ocurre, como adversidad mayor, en vísperas de la llegada al país con gestos de buena voluntad del nuevo jefe de la diplomacia norteamericana, Marco Rubio, y de que el presidente Luis Abinader informara que en la agenda a tratar con el distinguido visitante figura la situación de hambre y muerte que abate al vecino país. Es evidente y razonable la aspiración dominicana a que desde Washington fluyan aportes humanitarios sumados a ejercicios de autoridad que incluyan cortar el suministro de armas de varios calibres que ha hecho poderosos a los forajidos haitianos.
Sería una forma promisoria de contribuir a la extinción del desastre que repercute negativamente hacia el entorno incluyendo éxodos disparados por la violencia hacia este país y las costas de la Florida. Como para ensombrecer aun más el panorama del torturado pueblo de Louverture, y que disminuyan aún más las posibilidades de preservar a República Dominicana de las peores consecuencias del martirio adyacente, ayer Estados Unidos se encaminaba a eliminar el estatus de protección temporal que ha permitido a miles de exiliados haitianos que huyen de la barbarie permanecer a salvo allí, por lo que tendrían que regresar al infierno. Un desamparo más para que la diáspora de mayor desesperación hemisférica redirija pasos hacia la fragilidad fronteriza de su vecino cercano que ya desborda de inmigrantes. Ayer siguió subiendo de dígitos la cifra de víctimas con el aumento de la violencia asesina de los caciques de la destrucción de vidas y bienes que campea al otro lado de los ríos Masacre y Artibonite. Indistintamente, los fratricidas habrían matado el lunes entre 20, 50 o 100 seres de su misma nacionalidad. No había forma de precisar numéricamente lo que, de todos modos, dio vigencia a una masacre indetenible.
