Editoriales

Juan Pablo Duarte: gloria nacional

 

Los dominicanos conmemoraron ayer el 212 aniversario del nacimiento de un prohombre, quien consagró su vida en la lucha por la cons­trucción de una nación libre, soberana e independiente: Juan Pablo Duarte.

Duarte, quien es prócer y  una gloria nacional, asumió un proyecto patriótico y con esos fines conformó la Sociedad Se­creta la Trinitaria, a través de cuya organización logró la liberación de esta parte de la isla de 22 años del yugo haitiano y  fundar a República Dominicana el 27 de febrero de 1844.

Su liderazgo, el cual se sustentó en un pensamiento progresista y liberal, cautivó, influyó y atrajo a los  ilustres compatriotas  Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandro Pina, Feliz María Ruiz, José María Serra de Castro, Juan Alejandro Acosta, Felipe Alfau, Juan Nepomuceno Ravelo, Benito González y Jacinto de la Concha, quienes junto a él crearon el movimiento trinitario que se transformó en la vía para instaurar una nación con sus símbolos patrios como himno, bandera y escudo con el lema “Dios, Patria y Libertad”.

Luego se adhirieron a la agrupación Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella y Vicente Celestino Duarte, quienes consolidaron el proceso en la consecución de convertir a la isla en un Estado libre, soberano e independiente de toda potencia extranjera, objetivo concretado el 27 de  febrero de 1844.

Ayer, 212 años después del natalicio de Juan Pablo Duarte y 181 de la proclamación de la República, es preciso que los dominicanos estudien ese trascendental episodio histórico y  reflexionen a la luz de los ideales del Padre de la Patria, porque el plan está inconcluso, por consiguiente, deben adquirir conciencia de la importancia de continuar la cruzada por una República Dominicana con plena independencia, por las libertades, justicia social y un sistema político que tenga como soportes equidad, igualdad y  humanismo.

Entrar en contactos con las ideas  duartianas,  su  heroísmo y los hechos históricos cimentados en el patriotismo, permiten despertar las fibras de la dominicanidad, por ende, es un ejercicio nacionalista para fortalecer el espíritu transformador.

Mantener fogosas las convicciones de Juan Pablo Duarte, quien purificó y dignificó la política al servicio del pueblo, es un compromiso de la ciudadanía respon­sable, porque es una forma de salvaguardar y consolidar la independencia del país.

Iglesias, escuelas, clubes, universidades, medios de información y todos los estamentos de la sociedad, deben convertirse en espacios para difundir los conceptos de Duarte y las acciones históricas que concluyeron con la formación de la nación y enarbolar con orgullo patrio la sentencia del patricio que reza: “Nuestra Patria ha de ser libre e independiente de toda Potencia extranjera o se hunde la isla”.

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