Ni para gozarlo ni alegrarse


En los albores de la humanidad, la migración, un fenómeno tan antiguo que comienza con los primeros seres humanos, se tenía y se interpretaba como que se abandonaba el hogar en busca de mejor vida, de comida y abrigo; pero más tarde, como en la etapa actual, las migraciones se hacen generalmente en busca de dignidad, seguridad y paz.
Nadie emigra por gusto o por aventura ni para vivir la experiencia, por lo que el drama del emigrante se torna más azaroso cuando es retornado a su país, con lo que se agranda su pesarosa existencia.
Emigración y deportación forman una explosiva combinación con una estela tras de sí que da angustia y sufrimiento por cualquier costado que se mire.
Por tanto, resulta de muy mal gusto cuando las autoridades gubernamentales dominicanas se regodean por la gran cantidad de haitianos que deportan a su país. Con las cifras de julio recién pasado, festejan por haber alcanzado un nivel récord: 26,058, casi en su totalidad ciudadanos del vecino país.
No conforme con el toque de tambores por la hazaña, el director de Migración remarca que continuarán las deportaciones y repatriaciones. Nada más le faltó de decir que con más fe.
En el caso de los haitianos que son retornados, en ocasiones y cada vez con más frecuencia con el uso de la fuerza, no se puede pasar por alto, pese a que las autoridades pretenden ignorarlo, que de por medio hay dos realidades lacerantes: que Haití atraviesa por una pavorosa crisis humanitaria, social y política y que, en sí misma, es degradante la deportación masiva de emigrantes.
elCaribe, que ha apoyado abiertamente al presidente Abinader en su defensa de la soberanía dominicana al aplicar sin tapujos la política migratoria, no mira con buenos ojos los vítores por las masivas expatriaciones en las que, con cada “zafra” deportadora, se incluyen niños haitianos no acompañados, que son apresados por Migración, llegan solos a la frontera y de ahí enviados a su país.
Aunque Unicef reconoce que no hay maltrato y se aplica un protocolo junto al Conani en el caso de los niños, es un escenario que no da espacio para el gozo.
¿Acaso es aceptable “sazonar” el récord de más de 26 mil haitianos deportados en julio, y presentarlo como un éxito? Desde un punto de vista humano eso resulta inconcebible.